martes, 16 de septiembre de 2008

La vida de la mujer en la secta polígama de origen mormón


Explican cómo viven las mujeres miembros de la Iglesia Fundamentalista de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en Texas, después del proceso judicial por poligamia.

“Las hijas tristes de Sión” es el título de un amplio reportaje que publicó recientemente el suplemento Crónica del diario español El Mundo, dedicado a la Iglesia Fundamentalista de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (IFJSUD). Firmado por Ricard González, explica que aisladas en Texas, convencidas de que la poligamia trae la salvación, obligadas a casarse niñas, presuntas víctimas de abusos, las mujeres de la secta se enfrentan por primera vez al mundo. Una fotógrafa, Stephanie Sinclair, ha entrado al inaccesible rancho “El anhelo de Sión”.

Cuando ha cepillado su pródiga melena rubia con todo el tesón de que es capaz una muchacha de 16 años; cuando la ha recogido en una prodigiosa trenza, lección de geometría, igual que hacen sus hermanas Lenora, Josephine y Susan; cuando ha terminado de abrochar el último botón del vestido azul marino que la cubre desde el cuello a los tobillos, y ha rezado sus oraciones, a veces Teresa Jeffs coge el violín y se pone a tocar. Sin televisor ni radio que interrumpan su melodía, la voz del instrumento de madera se abre paso sin obstáculo hasta llenar el último rincón del salón de la casa de New Braunfels, a unos 40 kilómetros de San Antonio, en el estado norteamericano de Texas, en la que Teresa vive desde hace 14 semanas.

Últimamente, sin embargo, Teresa no ha tenido todo el tiempo que le hubiese gustado para tocar el violín. La joven ha estado demasiado ocupada siendo supuestamente rescatada de su familia, acostumbrándose a un centro de acogida, prestando declaración ante un gran jurado estatal, volviendo con su madre a un nuevo hogar y discrepando en público con la abogada de oficio que le ha asignado un tribunal de Texas.

Teresa Jeffs es una de los más de 400 niños de El anhelo de Sión. A principios del pasado mes de abril, después de que una supuesta quinceañera de nombre Sarah llamara desde un teléfono móvil prestado a un centro de asistencia a víctimas de violencia familiar de Eldorado, las autoridades de Texas decidieron actuar contra la IFJSUD, un grupo religioso que, entre otras cosas, considera la poligamia un requisito para la salvación eterna. En un plazo de cuatro días, y ante la sospecha de que podrían estar siendo sometidos a abusos sexuales, más de 400 menores fueron liberados del rancho El anhelo de Sión, que la secta posee en Eldorado, y llevados a centros de acogida. En sucesivas redadas el número total de menores bajo la custodia de las autoridades alcanzó la cifra de 486, desbordando completamente la infraestructura del Servicio de Protección al Menor de Texas, por lo que se tuvieron que improvisar de forma urgente nuevos espacios para albergar niños.

Todo tipo de especulaciones sobre la naturaleza de la vida dentro de la finca comenzaron a circular entonces: abusos sexuales, malos tratos sistemáticos a niñas y adolescentes por parte de adultos con quien se las habría obligado a casarse previamente... Una especie de infierno bajo el sol en las bucólicas praderas tejanas, aderezado por los testimonios de Elisa Wall y Carolyn Jessop, dos mujeres que aseguran que consiguieron escapar de la vida de matrimonios forzosos que les aguardaba en la IFJSUD. Ambas han escrito sendos libros, convertidos en bestsellers, sobre sus experiencias como miembros de la secta y el carácter opresivo de la vida en sus comunidades.

Wall llegó a aparecer en el programa de la rutilante Oprah Winfrey. «A los 14 años me dijeron que debía casarme con mi primo», relató ante más de siete millones de norteamericanos. «Les supliqué que no me obligaran a hacerlo, porque creía que aún era demasiado joven, y quería que me buscaran otra persona». Su noche de bodas, prosiguió, fue «traumática», pues nadie le había explicado nada acerca del sexo, y creía que las camas «sólo servían para dormir». Semanas después se supo que la llamada que desencadenó la investigación podría haber sido falsa. En lugar de la tal Sarah, que nunca apareció, la habría realizado Rozita Swinton, una mujer de 33 años de Colorado Springs que ya había protagonizado anteriormente algún incidente parecido, y que se encuentra en estos momentos en espera de juicio.

Devueltos a sus familias

El pasado 29 de mayo, dos meses después de la difundida intervención policial, el Tribunal Supremo de Texas falló a favor de las familias de la secta. Los pequeños retornaron con sus familias, después de que en el veredicto quedara establecido que no había «pruebas concluyentes de que los menores estuvieran en peligro inminente de sufrir abusos».

Sí existen indicios, no obstante, de que hasta 34 adolescentes de las 53 que vivían en el rancho están embarazadas o han sido ya madres. La investigación ha continuado durante estos meses, y ya hay seis hombres procesados, entre ellos el líder de la secta, Warren Jeffs, encarcelado desde hace un año en una prisión de Arizona y condenado en Utah por cómplice de violación al arreglar un matrimonio entre un joven de 19 años y una chica de 14 años, precisamente Elisa Wall. Mañana mismo estos seis procesados prestan declaración.

Fue, está siendo, un episodio convulso para toda una nación que mantiene una relación complicada con el extremismo religioso y con la poligamia. Las imágenes de la gigantesca operación policial evocaron las del asedio al rancho de los seguidores de David Koresh, que tuvo lugar hace 15 años en Waco, a sólo 300 kilómetros de Eldorado, y que se saldó con la muerte de 76 personas.

Pero si para alguien están resultando traumáticos estos meses es para las mujeres de El anhelo de Sión, obligadas a afrontar por primera vez el mundo exterior, sus extrañas reglas y hábitos. Sólo unos pocos miembros de la secta, todos ellos hombres, solían salir del rancho para comprar provisiones en las tiendas y supermercados de Eldorado. Los niños acuden a clase en el interior del propio rancho –un complejo vallado de siete kilómetros cuadrados–, en una escuela en cuyas paredes cuelgan fotos de Warren Jeffs, padre o abuelo de varios de ellos, y de Joseph Smith, el fundador de los mormones.

Durante el juicio, estas mujeres, con sus voluminosos tupés y largos vestidos monocromos, no sólo tuvieron que tratar con abogados, policías y magistrados. Chris Ayres, el reportero del periódico londinense The Times, es uno de los que mejor captó la extrañeza que provocaba ver el desfile de los fieles de la IFJSUD ante los juzgados de Tom Green County al escribir en uno de sus artículos que «parecían extras de una película ambientada en los años de la Guerra de Secesión».

Algunas se expusieron a los medios de comunicación. Y tres de ellas llegaron a aparecer en el programa de Larry King en la CNN, donde, desprovistas de cualquier rastro de maquillaje –contrario como la joyería a los cánones de la secta– declinaron responder a muchas de las preguntas que el veterano entrevistador les planteó para repetir como un mantra, con rostro afligido, que una madre tiene derecho a estar con sus hijos.

Fuera del rancho

La fotógrafa neoyorquina Stephanie Sinclair es una de las pocas personas ajenas al grupo religioso que ha podido entrar en la finca. También ha visitado en sus casas a varias familias de la secta que, después de la intervención policial, han decidido abandonar temporalmente el rancho en busca de una mayor tranquilidad y protección ante la intromisión de los agentes y los curiosos. Su trato con las mujeres a las que estuvo un par de días fotografiando fue más bien «superficial», en sus propias palabras. «Muchas están citadas, contra su voluntad, para declarar ante un tribunal en contra de sus maridos. Ni siquiera intenté hablar con ellas de temas relacionados con su caso», asegura.

Sin embargo, afirma que la recibieron con «mucha amabilidad» y sólo una «mínima desconfianza». A su juicio, han demostrado una admirable capacidad de adaptarse a su nueva situación, y a la súbita necesidad de relacionarse con el mundo exterior. Ellas mismas van con toda normalidad al supermercado y, a veces, conversan con sus nuevos vecinos. «Incluso tienen ordenadores en casa y utilizan el correo electrónico», comenta Sinclair, quien considera que muchas de las informaciones que han circulado sobre ellas son bulos. «No es verdad como se ha publicado que tuvieran prohibido conducir o salir del rancho. Simplemente, preferían no hacerlo». Alguna de las imágenes que tomó muestra también a los chavales dentro del rancho escuchando música en sus iPods.

Entre las viviendas que visitó está la casa de cuatro dormitorios de San Antonio en la que vive Sally Jeffs con algunos de sus 15 hijos y varios nietos. Las autoridades pusieron bajo tutela estatal por error a dos de sus hijas, Pamela Jessop, de 18 años, y Janet Jeffs, de 19, a las que tomaron por menores de edad. Pamela, que estaba entonces embarazada, dio a luz a su segundo hijo, Jonathan, estando bajo custodia del Gobierno de Texas.

Una tercera hija de Sally, LeAnn Jeffs, de 17 años y madre de una niña de 1 año también llamada Sally, estuvo igualmente entre los 400 menores sacados del complejo de Eldorado y anda a la espera de que la llamen para testificar. Los agentes judiciales ya han tomado muestras de ADN de su hija para verificar la paternidad. Mientras espera, organiza un picnic con sus hermanas en un parque de San Antonio, se deja fotografiar con el móvil por su hermana ReNae y pasea su chocante imagen con el peinado característico de las mujeres de la secta, su largo vestido y sus medias negras combinados con zapatillas deportivas y gafas de sol.

La principal doctrina de la IFJSUD es que la poligamia es un requerimiento necesario para la salvación eterna. En concreto, se establece para cada hombre un mínimo de tres esposas, aunque a menudo los dirigentes de este culto multiplican tal número. A su muerte, en el año 2002, el patriarca Rulon Jeffs tenía 22 mujeres, y más de 60 hijos. Se estima que su hijo y heredero en la cúpula de la jerarquía de la secta, Warren Jeffs, de 52 años, se ha casado ya 60 veces. Se desconoce su número de vástagos, pero podrían acercarse al centenar.

Cuando las chicas de la secta llegan a una edad considerada apta para el matrimonio, el líder y profeta de la iglesia, actuando en base a una supuesta revelación divina, asigna a cada una de ellas un marido, sin que tengan capacidad para rechazarlo. Se sospecha que a menudo las chicas son aún menores de edad cuando son obligadas a pasar por el altar. La ley varía en cada estado norteamericano. En el caso de Texas, sólo se permiten las relaciones sexuales entre personas que se lleven más de tres años de diferencia si la edad de la menor de ellas es de, al menos, 17 años.

Pero la Justicia no está teniendo nada fácil demostrar estos extremos. Muchas mujeres son renuentes a dar detalles sobre su edad y sobre la identidad de sus maridos y el hecho de que, fruto de las uniones polígamas, algunos apellidos, como Jeffs y Jessop, estén muy extendidos en la comunidad tampoco facilita el trabajo de la fiscalía.

Hasta tal punto es una comunidad cerrada y con gran número de matrimonios entre parejas con vínculos familiares, que el área donde residen la mayoría de los miembros de la secta, entre los estados de Utah y Arizona, es la que registra un mayor porcentaje de casos en todo el mundo de una extraña enfermedad conocida como aciduria fumarica. Los expertos opinan que esta enfermedad genética, que se caracteriza por causar encefalopatía, epilepsia, y un retraso mental severo, está provocada por la prevalencia en una comunidad de las uniones entre personas con relaciones de parentesco.

La doctrina del grupo está, además, marcada por un profundo conservadurismo, lo que les lleva a rechazar hábitos y expresiones culturales modernas. Escuchar música rock puede llegar a castigarse con la excomunión. Y también están contundentemente condenadas las relaciones interraciales. «El demonio ha traído siempre la maldad a la tierra a través de la raza negra», ha llegado a declarar Warren Jeffs, convencido defensor de la pena de muerte.

El culto que ahora él lidera nació a principios del siglo pasado como una respuesta reaccionaria de centenares de fieles mormones a algunas reformas. Fundamentalmente a la recogida en el Segundo manifiesto, de 1904, por la que se prohibía la poligamia. En cuestión de pocos años, la poligamia pasó de ser una de las señas de identidad de esta confesión religiosa a motivo de excomunión. Un cambio demasiado grande para John Barlow, el primer líder de la IFJSUD, que decidió establecer una comunidad de creyentes fundamentalistas en la frontera entre los estados de Utah y Arizona. Desde el primer momento la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (cuyos miembros son conocidos como mormones) ha insistido en que no mantiene ningún vínculo con ellos.

La secta cuenta hoy con unos 10.000 miembros, de los que la mayoría vive en el conglomerado urbano que forman las ciudades hermanas de Hildale, en Utah, y Colorado City, en Arizona. No es casual. La estratégica situación fronteriza permitió durante décadas a sus líderes escapar al acoso de las autoridades regionales. Sin embargo, en los últimos años el cerco policial se ha estrechado. De ahí la decisión de construir ranchos en otros estados, como Texas.

La investigación abierta tras la operación de El anhelo de Sión aportará más luz sobre la secta y volverá a abrir el debate sobre la poligamia en EEUU. «Simplemente, son una iglesia que sigue al pie de la letra la doctrina de la religión mormona, como hacen otras muchas iglesias fundamentalistas de este país», opina Stephanie Sinclair. «El problema es que a los que estamos fuera nos cuesta aceptar que estas mujeres estén satisfechas de llevar una vida tan diferente de la nuestra». Muy diferente.

Fuente: Magazine-El Mundo, 7/09/08. Info-RIES nº 98 (17/09/08).

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